Paola Ortiz- ”El estigma crea silencio, y ese silencio hace que la sífilis se siga propagando”



Profesionales de diferentes disciplinas nos aportaron una mirada integral a la problemática.



28.04.2025  

Entrevista a Paola Ortiz: Psicóloga de la Fundación Huésped

En los últimos años, los casos de sífilis han crecido de forma preocupante en la Ciudad de Buenos Aires, con un impacto especialmente marcado entre jóvenes de 18 a 30 años. En zonas como la Comuna 4 —que abarca barrios como La Boca, Barracas, Parque Patricios y Nueva Pompeya—, la falta de campañas de prevención sostenidas, la escasez de preservativos gratuitos y una implementación deficiente de la Educación Sexual Integral (ESI) parecen ser factores clave en la expansión de esta infección de transmisión sexual, que es prevenible y tratable.

Paola Ortiz, psicóloga formada en la Universidad Bicentenaria de Aragua (Venezuela) y miembro del equipo de Fundación Huésped, aportó una mirada clave para comprender las dimensiones psicológicas y sociales del aumento de casos de sífilis. A lo largo de la conversación, se puso en evidencia no solo el impacto emocional que atraviesan quienes reciben un diagnóstico, sino también las fallas estructurales del sistema de salud y la urgencia de implementar políticas públicas más efectivas y sostenidas.


"Cuando no hay educación sexual desde edades tempranas, los chicos y chicas llegan a la adultez sin herramientas para cuidarse. No conocen su cuerpo, no saben cómo se transmite una ITS, o creen que usar preservativo es sólo para evitar un embarazo no deseado."

¿Cómo describirías el impacto psicológico que puede tener en jóvenes de entre 18 y 30 años recibir un diagnóstico de sífilis?

En general, genera mucha ansiedad, culpa y miedo. Hay una carga emocional fuerte, porque muchas veces los jóvenes asocian cualquier ITS con algo "grave" o con un juicio moral. La desinformación amplifica todo: creen que no van a poder tener una vida sexual plena o que van a ser rechazados por su entorno. En algunos casos incluso se aíslan, por vergüenza o por miedo al estigma.

¿Y ese impacto suele ser duradero?

Depende mucho del acompañamiento que reciban. Si hay contención psicológica y buena información médica, los miedos se pueden desarmar rápido. Pero si la persona está sola o se enfrenta a un sistema de salud poco empático, ese diagnóstico puede dejar una marca más profunda.

¿Qué rol cumple la falta de ESI en la proliferación de enfermedades como la sífilis?

Un rol clave. Cuando no hay educación sexual desde edades tempranas, los chicos y chicas llegan a la adultez sin herramientas para cuidarse. No conocen su cuerpo, no saben cómo se transmite una ITS, o creen que usar preservativo es sólo para evitar un embarazo no deseado. La ESI no es sólo sobre sexo: es sobre derechos, vínculos, consentimiento. Todo eso influye en la salud sexual y en cómo nos relacionamos.

¿Considerás que existe un estigma social asociado a las ITS que afecta la forma en la que los jóvenes buscan información, se cuidan o acceden a tratamiento?

Totalmente. Muchas personas llegan al diagnóstico con miedo de ser "señaladas", y eso hace que posterguen controles o nieguen síntomas. El estigma crea silencio, y ese silencio hace que la sífilis se siga propagando. Además, no es lo mismo hablar de salud sexual en barrios donde hay espacios seguros, que en contextos donde el tema sigue siendo tabú.

¿Y cómo se rompe ese silencio?

Con educación y con campañas que hablen claro, sin juzgar. También es importante capacitar a los equipos de salud para que den una atención sin discriminación, que escuchen sin prejuicio.

¿Qué barreras psicológicas suelen aparecer a la hora de hablar sobre prácticas sexuales seguras?

Vergüenza, miedo a ser juzgados, a no ser "deseados" si proponen cuidarse. Muchos jóvenes no se sienten con la confianza suficiente para hablar del tema con sus parejas. Hay una idea instalada de que hablar de protección "corta el clima", cuando en realidad es parte del cuidado mutuo.

¿Y cómo debería abordarse este problema desde el sistema de salud en zonas con vulnerabilidad social como las de la Comuna 4?

Primero, con presencia territorial. Centros de salud abiertos a la comunidad, profesionales formados, campañas que circulen en escuelas, clubes, espacios culturales. Y segundo, con un enfoque integral: salud física, mental y social. No se puede tratar una ITS como si fuera un hecho aislado. Hay que entender el contexto.

¿Creés que parte del problema tiene que ver también con una falta de presupuesto destinado a campañas públicas?

Sí, sin dudas. Las campañas de prevención necesitan continuidad, planificación y recursos. No alcanza con hacer una campaña una vez por año o repartir folletería. Hacen falta presupuestos reales para sostener equipos interdisciplinarios, producir materiales accesibles, capacitar profesionales y generar presencia territorial. Muchas veces los recursos se recortan o se destinan a otras áreas, y eso tiene consecuencias directas en la salud pública.

¿Desde tu labor en Fundación Huésped has notado un cambio en la percepción de los jóvenes respecto al cuidado sexual?

Sí, hay algo que cambió: los jóvenes quieren saber más, preguntan, cuestionan, buscan. Pero también están expuestos a muchísima desinformación, sobre todo en redes. Por eso es tan importante que haya una presencia clara de instituciones que generen contenido confiable y accesible.

¿Sentís que hay esperanza en ese sentido?

Sí, totalmente. La información transforma. Lo vemos cada vez que alguien viene a hacerse un test, se saca dudas, y se va más tranquilo. El desafío es que ese acceso a la información y al cuidado sea un derecho garantizado para todos, no una excepción.


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